El término esquizofrenia, que etimológicamente significa “mente perdida”, describe una serie de desórdenes en los que se presenta un proceso de pensamiento anormal, donde el paciente pierde el contacto con la realidad, ve y oye cosas que no son reales (alucinaciones), y crea percepciones y creencias falsas. Esta enfermedad mental afecta a una de cada 100 personas alrededor del mundo, y de cada cinco pacientes, tres son hombres mientras dos son mujeres.
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No es posible señalar una causa concreta de la esquizofrenia, esta obedece a una serie de factores, entre los que se cuentan:
Aspectos genéticos: por su asociación con alteraciones en genes específicos.
Defectos químicos del cerebro: relacionados con el funcionamiento de los neurotransmisores.
Anomalías físicas del cerebro: hay diferencias evidentes entre la estructura del cerebro de personas con esquizofrenia y personas sanas.
Problemas prenatales: ciertas infecciones virales, desnutrición y consumo de toxinas durante el embarazo se asocian a un mayor riesgo de desarrollar esquizofrenia.
Factores ambientales: situaciones estresantes como la pérdida de los padres, abuso físico o sexual, extrema pobreza o discriminación, son factores de riesgo para esquizofrenia.
Los síntomas de la esquizofrenia se dividen en tres categorías:
Síntomas positivos o síndrome de distorsión de la realidad: aquellos en que se afecta la percepción de la realidad, como alucinaciones y delusiones.
Síntomas negativos o síndrome de actividad motora disminuida: incluyen la pérdida de interés y motivación en las actividades diarias, en el trabajo, en la higiene personal o en la interacción social.
Síntomas cognitivos o síndrome de desorganización: se caracterizan por el deterioro de la atención, la memoria y la capacidad para concentrarse.
En el tratamiento de la esquizofrenia es fundamental el uso de medicamentos antipsicóticos, para el control de los síntomas de la enfermedad. Estos deben ser administrados por el especialista, ya que pueden presentar efectos secundarios importantes.
Los antipsicóticos usados en el tratamiento de la esquizofrenia pueden ser de dos tipos:
Antipsicóticos convencionales como Clorpromazina, Flufenazina, Haloperidol, Pipotiazina y Perfenazina.
Antipsicóticos atípicos como Quetiapina, Clozapina, Risperidona, Amisulprida, Aripiprazol y Paliperidona.
Además de las terapias farmacológicas, es necesario que el paciente reciba una adecuada rehabilitación psicosocial que busque educar sobre la enfermedad y los cuidados requeridos, fortalecer o recuperar las habilidades sociales, y mejorar el desempeño en las actividades diarias.
Farmacogenética: Debido a la variación de la respuesta a los medicamentos, actualmente es posible precisar aun mas el tratamiento de pacientes con este tipo de enfermedades a través del análisis genético de cada paciente. Gracias a ello facilita la selección de entre las distintas alternativas farmacológicas, orienta a la dosificación más adecuada para cada paciente y anticipa información sobre posibles efectos no deseados. Los medicamentos que se analizan representan un alto porcentaje de los fármacos más utilizados para el tratamiento de enfermedades como depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, trastorno obsesivo-compulsivo, ansiedad, epilepsia, TDAH, entre otros.
La Organización Mundial de la Salud describe siete tipos de esquizofrenia:
Paranoide: predominan delirios de persecución, de grandeza y alucinaciones auditivas.
Hebefrénica o desorganizada: prevalecen comportamientos y discursos planos, sin orden ni sentido.
Catatónica: con alteraciones importantes a nivel psicomotor.
Indiferenciada: presenta síntomas mixtos pero no cumple con los requisitos para clasificarse en alguna de las tres anteriores.
Residual: cuando se presentan, fundamentalmente, síntomas positivos leves.
Depresión post-esquizofrénica: se presenta después del episodio esquizofrénico, pero los síntomas depresivos son muy leves.
Simple: se presentan, fundamentalmente, síntomas negativos.
No hay una opción segura para prevenir la esquizofrenia. En este sentido solo es posible mitigar los factores de riesgo, en especial aquellos de tipo ambiental.
Ya que el tratamiento temprano de los síntomas puede mejorar el desenlace final de la enfermedad, es importante consultar al médico tan pronto el paciente, o su familia, perciban cambios en el estado de ánimo o en el comportamiento normal.
Se recomienda visitar al médico.
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