El esquema de manejo debe adaptarse a la condición de cada paciente, estando orientado a controlar los síntomas, mantener la funcionalidad y mejorar la calidad de vida.
Las medidas más eficaces son la práctica de actividad física y el fortalecimiento muscular, que pueden complementarse con masajes terapéuticos, ejercicios de estiramiento muscular, uso de calor local y electroterapia.
En algunos casos, puede ser necesaria la infiltración de los puntos más dolorosos con anestésicos locales y el uso de medicamentos orientados a reducir la sensibilidad.
En todos los casos, el tratamiento debe ser prescrito por el médico tratante, previo análisis conjunto de la naturaleza y el grado de evolución del cuadro y de los efectos, los beneficios y los riesgos de las terapias disponibles.